En 2009, junto con el diseñador Carlos Ramos fuimos invitados a participar en la edición del primer número del vol.5 de la Revista Complexus.
Esta revista fue editada entre 2004 y 2010 por la Corporación Sintesys de Chile, dedicada a la ciencia desde la estética de la Complejidad. Definen su actividad como:
La proyección y difusión de la vanguardia de la creación científica desde múltiples disciplinas integradas en las teorías de la complejidad. Nuestro objetivo es al desarrollo del arte y las ciencias en la responsabilidad de su aplicación en la construcción de nuestras sociedades, enfocando esta labor al cambio de paradigma en la teoría del conocimiento.
La transedición busca realizar su actividad desde una pluralidad de lenguajes que crean objetos de conocimiento en tránsito, a partir de los formatos disponibles para los contenidos digitales y los sentidos que se ponen en juego en su recepción.
Fue un descubrimiento en una búsqueda en la que exploré de qué manera editar -y escribir- ya no era lo mismo en los años de emergencia y consolidación de los medios digitales, y cómo se iban dando importantes cambios en los procesos de lectura (y por ende en los procesos de producción).
La transedición y la publicación de contenidos digitales debe ser transtextuales
Al comenzar a usar este concepto para el proceso de crear y editar contenidos digitales, quise poner el acento en el modo como entra en juego una red más amplia de relaciones, las cuales nos van a ayudar a articular el proceso editorial:
- imágenes,
- textos,
- flujos de interacción,
- relaciones a otros espacios (hipertextualidad),
- audio,
- interacciones…
Del mismo modo, además de estos factores, cuando activamos un proceso de creación de contenidos, debemos considerar que nuestro trabajo es producto y a la vez interviene de la red de relaciones que tejen los contextos socioculturales, sistemas simbólicos, sistemas lingüísticos (lenguas, idiomas, variantes, registros) y todo un acervo que actúa e interviene en la creación, despliegue, curatoría y recepción de los contenidos digitales pensados desde el concepto de trans-texto.
La transedición y su conexión con la tradición de edición literaria: contenido + diseño
Siguiendo esta línea, encontré que, para realizar mi labor de editora de contenidos digitales, necesitaba explicitar la relación que tenía esta reflexión y despliegue de temas con la tradición de edición de libros o la edición literaria. En ella entran también en juego reflexiones conceptuales, estéticas y culturales que se conectan muy de cerca con la visualidad (el diseño, la maquetación, la ortotipografía) y también en la canalización de su actividad a la creación de objetos culturales.
Siguiendo este camino, encontré que el proceso editorial clásico tiene una conexión de base con la creación, edición y publicación de contenidos digitales y ofrece uno marco práctico y teórico que funciona como cimiento para esta evolución de la generación de contenidos, información y formatos que, en nuestros tiempos de vertiginosa digitalización y velocidad de comunicación, aporta un estándar de calidad y profundidad que es muy necesario.
Existen varias afinidades entre un libro y un espacio digital: mirados en profundidad, ambos generan un espacio dialógico de virtualidad entre quien escribe, produce y publica en relación a quién lee, percibe, abduce, interpreta, simboliza, contextualiza, re-crea.
También, en mis exploraciones profesionales, fui descubriendo de qué manera la edición, la escritura o la conceptualización de contenidos digitales (lo que paulatinamente se fue llamando “content marketing”, “content management”, “curatoría de contenidos”, y más actualmente, “UX writing” (diseñar los contenidos de las interfaces pensando en las personas usuarias y sus necesidades), se relacionan muy de cerca con:
- la tradición editorial y de producción literaria por un lado,
- y con la artística, no tanto por el aspecto creativo, sino por el enfoque y visión estética que de todas formas se construye al momento de articular una línea curatorial.
- Naturalmente, con los procesos y enfoques del diseño.
Es decir, estos procesos tienen en común el abrir posibilidades de creación de sentido, tejidos, agencia y performatividad, por lo que, aunque se puedan crear muchas veces desde motivaciones comerciales u organizacionales, no hay que perder el foco de las posibilidades que nos aportan las tradiciones humanísticas y editoriales, por un lado, pero también la responsabilidad en el tratamiento veraz y consistente de la información en los productos digitales y conceptuales que creamos, los cuales, queramos o no, tienen una capacidad de agencia sociocultural que tiene efectos y relevancia para las personas y sociedades.
NOTA: En el caso del UX writing, las afinidades tienen más que ver con el aspecto de la edición tradicional que más se acerca al diseño: la jerarquía de la información, la precisión en los etiquetados y la orientación a las personas que van a leer el libro (que es donde también se da la mágica sinergia entre diseño y sentido del texto, por eso también se le llama “content design”) y en los otras tipologías de enfoques de contenido digital, se aplican más los aspecto de coherencia, cohesión y relevancia, pero sin duda en todas se aplican varias de las habilidades y criterios clásicos de la edición.
Por qué le llamamos storytelling cuando queremos decir relato, queremos decir cuento o narrativa
De esta manera, fue entre estas reflexiones que emergió la necesidad de reforzar en el cultivo de la creación, edición y curatoría de contenidos digitales una visión política y cultural detrás de esa toma de decisiones, siguiendo el enfoque de la edición de libros impresos y llevarlo más allá, buscar una reflexión expandida a la hora de editar para los entornos digitales, de acuerdo a los nuevos conocimientos, diversidades y contrahegemeonías que están emergiendo y activándose en territorios y sociedades, a la par de las posibilidades relacionales que ofrecen las cambiantes tecnologías disponibles.
Esto me parece importante como distinción, dado que el entorno de generación de contenidos digitales están marcados por modelos preeminentemente empresariales, incluso los espacios digitales de organizaciones académicas y culturales, como universidades, museos, catálogos de artista, por mencionar algunos ejemplos, en los que no muchas veces se pone en práctica los conocimientos disponibles para construir espacios más diversos y orientados a los valores, necesidades y conocimientos que tienen estas mismas organizaciones para llevarlos más allá de lo convencional y estandarizado.
Referencias relacionadas con la estética transmedia y las teorías narrativas
Para finalizar, me gustaría dejarte algunas referencias básicas, sin ánimo de ser exhaustiva, pero para que tengas referencias para profundizar si te interesa.
Las ideas de este post, fueron de alguna forma la guía de unas reflexiones que compartí en mi ponencia titualda: Umbrales Voz-Cuerpo: ¿Humanidades Digitales o Experiencia de Usuario? Rutas de ida y vuelta hacia el enjambre, la cual presenté el pasado noviembre de 2021 en el 1er Encuentro Latinoamericano de Antropolgía del Arte, por lo que en el fondo tienen muchas ramificaciones que aquí sería un poco largo profundizar, pero sobre las que espero seguir compartiendo reflexiones en futuros posts aquí en Transtextual.
De todas formas, como punto de partida para pensar la transedición en contenidos digitales, y con ello la transmedialidad y narrativas emergentes, esta ilustración resume algunos conceptos y autores que han pensado sobre los conceptos que subyacen a estas ideas.
En este contexto, tengo que mencionar como referencia ineludible al investigador Carlo A. Scolari, cuyo blog “Hipermediaciones”, te recomiendo seguir si te interesa conocer sobre las evoluciones transmediales y la cibercultura.
En un artículo de 2017 titulado “El translector. Lectura y narrativas transmedia en la nueva ecología de la comunicación” que formaba parte de La lectura en España, Informe 2017. (Millán J. A., 2017), Scolari citaba esta interesante idea de García Canclini:
El concepto de lector fue trabajado en el marco de una teoría de los campos, ya sea de forma restringida como lector de literatura (Iser, Jauss) o en sentido más sociológico como destinatario del sistema editorial (Chartier, Eco) (…). La noción de espectador, si bien es más difusa, fue definida en relación con campos específicos al hablar de espectador de cine, de televisión o de recitales de música (…). Si hablamos de internauta, en cambio, aludimos a un actor multimodal que lee, ve, escucha y combina materiales diversos, procedentes de la lectura y de los espectáculos [García Canclini 2007: 31-32].
Además, a lo largo del artículo, Scolari continuaba reflexionando entre las siguientes distinciones:
¿Cómo cambia la lectura en la nueva ecología mediática? Disminuyen los lectores fuertes (extensivos o intensivos) y aumentan los lectores débiles o precarios [García Canclini 2007]. Ya en 1997 Nicholas C. Burbules había introducido los conceptos de hyperreader y hyperreading para describir las transformaciones de la lectura en entornos digitales, lo cual lleva a que «el lector haga conexiones dentro y a través de los textos, a veces en maneras estructuradas por el diseñador/autor (por ejemplo, siguiendo notas o referencias), pero a menudo en maneras determinadas por el mismo lector» [Burbules 1997]. Podría decirse que en el siglo XXI cada vez más se lee escribiendo y modificando, ya sea cortando, desplazando, cambiando el orden o introduciendo la propia escritura. Estamos frente a nuevas lecturas que, desde el pedestal de la cultura letrada tradicional, se podrían calificar como «aberrantes» o «desviadas». Lecturas salvajes. Vicente Luis Mora [2012], en El lectoespectador, profundiza en esta línea de reflexión y se pregunta: ¿Cómo lee el lectoespectador? Hoy «leemos la página como si fuera una lámina electrónica emisora, un paisaje o un óleo» [2012: 109]. Las nuevas narrativas nos están confirmando la existencia de un relato diferente, que no desecha el papel pero lo utiliza de otra manera: «Pasando las páginas, mirándolas sin leerlas, el lectoespectador puede advertir tratamientos textuales y paginales que apuntan a una literatura más próxima a su imaginario que al del siglo XIX» [2012: 118].
Concluyendo estos primeros apuntes sobre la Transedición
Con estas referencias, voy terminando de mapear el universo conceptual desde donde articulé este concepto de transedición, que nació también siguiendo de cerca los estudios de transmedialidad, las nociones y distinciones de transdiciplinariedad (una evolución de los conceptos de interdisciplinariedad de los 90 y 2000) y también vinculado a una intuición que me llevó a conectarme con la creciente preocupación por las “audiencias”: a pensar en las personas para las que creamos el contenido, no tanto a modo arquetípico o estadístico, sino más bien en la reflexión clásicamente filológica de las características y contextos de producción, desarrollo y recepción de habla, productos textuales o artefactos-dispositivos literarios.
También me fui preguntando por los procesos de recepción y lectura de la transedición y, con ello, de los contenidos digitales, que intuía se habían ido abriendo desde un enfoque más lineal a uno más espiral o fractal. En posteriores caminos de estudios de Antropología del arte fui descubriendo más conexiones, pero esos relatos los dejaré para una próxima entrega transtextual.
¿Quieres ponerle voz a estos umbrales visibles e invisibles que hemos estado explorando? ¿Tienes algo que decir, contar, gritar o susurrar sobre tus experiencias? Te invitamos a que nos ayudes a hacer un mapa sonoro de los umbrales que cada uno transitamos, de manera física o virtual, real o imaginaria.
Cuéntanos grabando tu experiencia y forma parte del tejido de sonidos que usaremos a para hacer un mapa sonoro de las visiones y evocaciones de los umbrales. También podrá formar parte de otras derivas artísticas relacionadas con esta misma investigación.
He empezado esta investigación sobre las puertas y umbrales, los pasos y transformaciones, comenzando como una documentación-exploración poética en texto, sonidos e imágenes; buscando hibridarlas, juguetearlas y usarlas tanto como motivos y efectos de esta ruta, este camino exploratorio, que como toda ruta, todo viaje, sabemos dónde comienza, pero no dónde ni como termina.
Sólo podemos ver, sentir y corporizar cómo se convierte, nos convierte, evoluciona y nos evoluciona a cada paso.